
En 1868, el astrónomo francés Pierre-Jules-César Janssen estaba estudiando un eclipse solar total en India con un dispositivo llamado espectrógrafo. Un espectrógrafo se utiliza para averiguar de qué está hecho algo en función de los colores de la luz que emite. El espectrógrafo usa un prisma para dividir un haz de luz en todos sus diferentes colores. Los elementos y moléculas emiten colores específicos que están determinados por la forma en que los electrones se unen a su átomo o molécula huésped.
Cuando Janssen apuntó con su espectrógrafo a la corona del Sol, observó una firma que nadie había visto antes, una línea amarilla con una longitud de onda de 587,49 nanómetros. Janssen pidió ayuda al químico inglés Edward Franklin, y juntos determinaron que la línea pertenecía a un nuevo elemento. Lo llamaron helio por helios, el dios sol de la mitología griega. Esta fue la primera vez que se descubrió un elemento en el espacio antes de ser descubierto en la Tierra. Originalmente se pensó que el helio solo existía en el Sol. Sin embargo, hoy sabemos que algunos existen en la Tierra atrapados en bolsillos subterráneos. Debido a su densidad, el helio normalmente escapa de nuestra atmósfera muy rápidamente.